martes, 30 de agosto de 2011

HABLEMOS FRANCAMENTE DE LA PUREZA SEXUAL

Mónica fue educada en un hogar cristiano con principios morales que ella compartía plenamente. Al llegar a su mayoría de edad empezó a salir con Andrés. El no era cristiano, pero no había a mano jóvenes cristianos disponibles, de modo que siguió con él. Andrés era divertido, interesante y cortés, pero tenía diferentes intereses que Mónica. Empezaron a meterse en episodios de relaciones cada vez más íntimas, en las que él exigía cada vez más. A Mónica no le gustaba este aspecto de su relación, pero como no quería perder a su novio decidió seguir así y procurar tener cuidado. No pasó mucho tiempo hasta que él llevó las cosas más allá de lo que ella había imaginado que sería posible. A partir de entonces empezó a obsesionarla un sentimiento de repugnancia.
Las caricias eróticas tienen una gran fuerza. Aquellos que se entregan a ellos tienden a cambiar las reglas a medida que van más lejos porque en realidad pocos conocen las reglas. Las caricias eróticas van unos pasos más allá de los abrazos y los besos, pero sin llegar a la relación sexual. Eso deja un amplio margen de actividades de exploración corporal abiertas al cuestionamiento, a la imaginación y a la negociación.
Cuando un hombre comienza a acariciar el cuerpo de una mujer, tantea las aguas. Se pregunta cuán lejos va a poder ir. Este proceso le produce un intenso placer porque le resulta sexualmente agradable. Su mente corre anticipando lo que cree que puede venir después. En este punto puede dar rienda suelta a sus mejores recursos: “Nunca he querido a nadie como te quiero a ti, nena”. Inundado por sus hormonas es capaz de decir o hacer cualquier cosa para conseguir lo que quiere.
El plan de ella es probablemente muy diferente. Ella disfruta con los abrazos, las caricias y los besos, y entregándose a los besos y caricias de él satisface sus necesidades emocionales de romance, amor y seguridad.
¡Espera un momento!
Entregarte a tales intimidades fuera del matrimonio, simplemente por la excitación del placer sexual, para disfrutar los estímulos del momento, sólo para pasarlo bien, es algo muy interesado y egoísta. Del mismo modo, permitir que alguien explore tu cuerpo antes de casarte, sólo para sentirte amada y segura es igualmente egocéntrico. Esta verdad es aún mayor en caso de una relación esporádica, cuando el casarse no entra en los planes de ninguno de los dos. Esto vulgariza la relación. Los riesgos son elevados y las ventajas escasas.
Aclaremos otro punto. Las caricias eróticas en sí no es algo “sucio”. Dentro del marco del matrimonio, las caricias son una hermosa experiencia. Son una expresión natural del amor, un juego amoroso que prepara directamente la relación sexual. ¿Cuál es, pues, la diferencia entre Las caricias eróticas y el juego amoroso? La diferencia está en la intención. Las caricias eróticas, la exploración del cuerpo del otro entre dos personas no casadas que no tienen la intención de entrar en una relación sexual plena.
Y ahí está el problema de las caricias eróticas. En que no se queda ahí. En que lleva naturalmente a la relación sexual. Por sí mismo, fuera del matrimonio, es más frustrante que satisfactorio. Nuestros cuerpos fueron diseñados y creados por Dios para responder a los estímulos sexuales y desear tras ellos la relación sexual plena.
Cuando dos personas solteras se entregan al juego amoroso sin la intención de llegar al acto sexual, deben mantenerse constantemente en guardia para detenerlo por miedo de llegar demasiado lejos. Este juego erótico no fue designado para ser interrumpido a voluntad. Quien se acostumbra a avanzar en los besos íntimos del juego erótico y después interrumpirlos, corre el riesgo de no funcionar bien sexualmente después en el matrimonio.
Las caricias eróticas se pueden comparar a la travesía de un puente tendido sobre un gran abismo. A este lado está la no expresión física del amor, y al otro se encuentra el acto sexual. El juego amoroso puede llevarte a un cuarto del trayecto, a la mitad del trayecto o hasta que sólo falta la décima parte del puente. En ese punto la excitación es tal que es muy fácil que te encuentres al otro lado del puente antes de que te des cuenta.
Cruzar el puente no es algo que siempre ocurre de una vez. Por eso el juego de las caricias eróticas resulta cada vez más peligroso. Cada nivel de excitación te pide pasar al nivel siguiente. Hay una fuerza de atracción tremenda entre dos personas que se quieren y que sienten entre ellos la escalada de la química del sexo.

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